Por Rodolfo Sosa.
@rodplant14
No es ninguna novedad que los niveles de inseguridad se
hayan disparado de forma abismal este año y anteriores. Tampoco lo son los
planteamientos de la diputada María Carísimo para combatirlo: La obligatoriedad
del servicio militar y la eliminación
del derecho a objetar de conciencia.
Siempre que se ven en las noticias el análisis en el
Parlamento sobre el Servicio Militar Obligatorio (SMO), surgen en la sociedad
dos posiciones contrarias. Una a favor, que sostiene que la implementación de
los arreos es la santa solución a las problemáticas que atañen a nuestro país,
puesto que según ellos, no hay mejor instrucción que la brindada en la milicia
y que solo ahí los jóvenes aprenderán sobre el verdadero significado del
patriotismo y los valores para ser un ciudadano íntegro y comprometido con su
país.
El otro frente, con ideología más modernista y con el cual
estoy absolutamente de acuerdo, sostiene que las ideas de los defensores del
SMO son obsoletas y no responden a las necesidades actuales y futuras del país.
Consideran que esta propuesta no tiene proyección a largo plazo y que es una
utopía pensar que su mesiánico SMO atraerá un mejor porvenir. La solución para
cambiar la realidad del país es una mejor educación según el ideal de este
sector.
Lo cierto es que en países con bajo porcentaje de
delincuencia se puede observar que la educación es de mucha calidad por lo cual
se la puede considerar como protagonista y responsable de ese logro y de muchos
más.
La educación en Suecia es una de las mejores del planeta.
Alrededor de los años 70, el gobierno sueco determinó que la educación debía
ser la protagonista de las políticas de gobierno y por lo cual comenzó a
invertir en ella y hoy vemos los resultados: Educación de primer nivel y desde
hace dos años que vienen cerrando prisiones por falta de delincuentes. Un logro
que no se puede atribuir al servicio militar dado que en ese país no es
obligatorio.
Según la UNESCO, se debe invertir un 7% del Producto Interno
Bruto (PIB) en educación para asegurar la calidad y el alcance de este derecho
humano. Sin embargo en nuestro país sólo el 3,9% del PIB es destinado a la
educación, y las escuelas que se caen a pedazos sobre los alumnos reflejan esta
precaria cifra.
Una mejor educación otorga como frutos a ciudadanos capaces
e íntegros, brinda capital humano y atrae a inversionistas extranjeros. La
educación mejora a la democracia en todos los aspectos.
Las cuestiones que deben formularse la diputada Carísimo y
la sociedad en sí son la siguientes: ¿Vale la pena enseñar a una juventud mal instruida
a manejar fusiles o vale más enseñarles a usar un lápiz con el cual poder
diseñar su propio futuro y colorear un arcoíris en los nublados cielos de
nuestro país?
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