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sábado, 13 de agosto de 2016

LÁPICES VS FUSILES



Por Rodolfo Sosa. @rodplant14

No es ninguna novedad que los niveles de inseguridad se hayan disparado de forma abismal este año y anteriores. Tampoco lo son los planteamientos de la diputada María Carísimo para combatirlo: La obligatoriedad del servicio militar  y la eliminación del derecho a objetar de conciencia.

Siempre que se ven en las noticias el análisis en el Parlamento sobre el Servicio Militar Obligatorio (SMO), surgen en la sociedad dos posiciones contrarias. Una a favor, que sostiene que la implementación de los arreos es la santa solución a las problemáticas que atañen a nuestro país, puesto que según ellos, no hay mejor instrucción que la brindada en la milicia y que solo ahí los jóvenes aprenderán sobre el verdadero significado del patriotismo y los valores para ser un ciudadano íntegro y comprometido con su país.

El otro frente, con ideología más modernista y con el cual estoy absolutamente de acuerdo, sostiene que las ideas de los defensores del SMO son obsoletas y no responden a las necesidades actuales y futuras del país. Consideran que esta propuesta no tiene proyección a largo plazo y que es una utopía pensar que su mesiánico SMO atraerá un mejor porvenir. La solución para cambiar la realidad del país es una mejor educación según el ideal de este sector.

Lo cierto es que en países con bajo porcentaje de delincuencia se puede observar que la educación es de mucha calidad por lo cual se la puede considerar como protagonista y responsable de ese logro y de muchos más. 

La educación en Suecia es una de las mejores del planeta. Alrededor de los años 70, el gobierno sueco determinó que la educación debía ser la protagonista de las políticas de gobierno y por lo cual comenzó a invertir en ella y hoy vemos los resultados: Educación de primer nivel y desde hace dos años que vienen cerrando prisiones por falta de delincuentes. Un logro que no se puede atribuir al servicio militar dado que en ese país no es obligatorio.

Según la UNESCO, se debe invertir un 7% del Producto Interno Bruto (PIB) en educación para asegurar la calidad y el alcance de este derecho humano. Sin embargo en nuestro país sólo el 3,9% del PIB es destinado a la educación, y las escuelas que se caen a pedazos sobre los alumnos reflejan esta precaria cifra.

Una mejor educación otorga como frutos a ciudadanos capaces e íntegros, brinda capital humano y atrae a inversionistas extranjeros. La educación mejora a la democracia en todos los aspectos.

Las cuestiones que deben formularse la diputada Carísimo y la sociedad en sí son la siguientes: ¿Vale la pena enseñar a una juventud mal instruida a manejar fusiles o vale más enseñarles a usar un lápiz con el cual poder diseñar su propio futuro y colorear un arcoíris en los nublados cielos de nuestro país?

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