Por Rodolfo Sosa. @rodplant14
El día 15 de agosto de 1812, la Junta Superior
Gubernativa (1811-1813) presidida por Tte. Coronel Fulgencio Yegros y los vocales Dr. José Gaspar Rodríguez de
Francia, don Fernando de la Mora, el Capitán Pedro Juan Caballero y el
presbítero Francisco Xavier Bogarín, habían convenido la constitución estética
de la bandera que ha de representar a la República Independiente del Paraguay,
una bandera que en la que se vean reflejados todos los derechos que son propios
de un país libre y soberano.
De esta manera decidieron que la bandera posea
tres colores: el primero será el rojo haciendo alusión a la justicia, que es
para todos los paraguayos sin excepción y garante de la igualdad. El segundo
será el blanco, simbolizando a la Paz; aquella que nos permitirá desenvolvernos
y trabajar en conjunto para el desarrollo de la patria. Y por último el azul, en
representación de la libertad, aquel derecho que es inherente a la vida humana,
que no se negocia, que no se renuncia, esa libertad que nos permite expresarnos
y ser parte decisiva de la vida de nuestra República.
Consagrada en esos pensamientos liberales se
confeccionó la bandera nacional, que fue ratificada por el Segundo Consulado
(1841-1844), compuesto por Don Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso.
Desde el 25 de noviembre de 1842 flamea en el firmamento la bandera tricolor
que usamos hasta nuestros días, porque la Justicia, la Paz y la Libertad debían
estar siempre presentes para ser el norte de cada gobierno en la República del
Paraguay.
La idea de la bandera para nuestros próceres y
héroes nacionales fue que sirva como un espejo que refleje la realidad de
nuestro país, que en el extranjero se vea que en el Paraguay esos derechos se
cumplen y se respetan y que son parte del día a día de los ciudadanos
paraguayos. Sobre todo para que la Independencia Nacional sea reconocida y
respetada más allá de las fronteras.
En nuestra época, nos toca mirar alrededor
nuestro y reflexionar cómo es la realidad de este país representado por aquella
bella y solemne tricolor.
En términos de Justicia, la que hoy
aparentemente es manipulable, negociable y parcial no puede ser del color rojo
que está en nuestra bandera. Los casos de impunidad constituyen el combustible del motor corrupto
que se instaló en el país. Casos de políticos corruptos que ocupan cargos
decisivos de la Nación y que incluso con pruebas que argumentan sus crímenes y
fechorías de alguna manera gambetean a nuestras leyes constitucionales para no
pagar la condena que les corresponde y así continuar, como si nada hubiera
pasado, robando al pueblo paraguayo. Casos como el de la niña Vivian Paredes
Zanotti, fallecida en un dudoso procedimiento de la Senad, que
hasta hoy le cuesta a la fiscalía determinar qué arma fue la que acabó con su
inocente vida. O el caso de Curuguaty, que nunca quedó claro el
procedimiento para que la justicia determine la condena de todos los
enjuiciados. Definitivamente la “justicia” actual no es la que el rojo de
nuestra bandera representa.
En cuanto a la Paz… es imposible sugerir que
el Paraguay vive en paz, ante constantes ataques del autodenominado Ejército
del Pueblo Paraguayo (EPP) quienes despiadadamente asesinan a gente inocente.
Las confrontaciones entre carteles de narcotraficantes en las zonas fronterizas
nos hacen ver un terreno de guerra hostil y abandonado por el gobierno, un
gobierno que no toma medidas para salvaguardar la integridad de las víctimas
inocentes de este fuego cruzado. También está la ciudadanía que es azotada por
la gran ola de delincuencia, que no refleja la paz sino a los criminales en
guerra contra una población trabajadora y sufrida. El blanco de nuestra bandera
tampoco hace alusión a la “paz”de nuestra sociedad actual.
En cuanto a la libertad, tampoco podemos decir
que tiene un alcance general en nuestro país, dado que personas como Edelio Morínigo,
Abraham Fehr y Franz Wiebe se encuentran secuestrados por el grupo criminal EPP
y el Estado no está mostrando ningún resultado alentador en su empresa de
liberarlos de su cautiverio. También la libertad de expresión está siendo
atacada con las censuras y los despidos a periodistas en los medios de
comunicación por realizar críticas al gobierno de turno, lo cual representa un
golpe bajo a la democracia. Alcibíades González Delvalle en una columna expresó
de manera magistral que “las veces que se despide a un periodista por sus
opiniones, la libertad se encoje. No hagamos que se encoja tanto que, al final,
la perdamos totalmente”. El azul, lamentablemente, tampoco es reflejo de la
libertad en nuestro país.
Nuestra bandera tricolor, por culpa de los
gobiernos corruptos e inoperantes, ha dejado de ser el espejo que muestra al
mundo la realidad de nuestro país, ahora es simplemente el recuerdo de los
gobiernos patrióticos y comprometidos que antecedieron a la Guerra de la Triple
Alianza y a algunas excepciones del periodo de la posguerra.
Imagino otro aspecto distinto para la bandera
que ha de ser el reflejo de nuestro actual país, muy lejos de la tricolor que
con tanto patriotismo idealizaron los próceres. Me imagino una bandera
totalmente negra, que refleja la falta de transparencia que produce la
corrupción, que representa la injusticia, la impunidad, que hace alusión a la
ausencia de libertad para los paraguayos, pero por sobre todo que expresa el
luto que siente el Paraguay por las últimas muertes de militares en manos del
EPP, y de aquella que duele aún más, el deceso de la pequeña Vivian Paredes
Zanotti.
La bandera negra del Paraguay es en este
instante la que flamea en el Pabellón Nacional. Y con gobiernos como el actual
y los anteriores, amenaza con continuar transmitiendo esa oscuridad con la que
los vicios políticos y la falta de educación cívica de la sociedad la han
teñido. Deseo volver a ver esos tres colores representando a la República del
Paraguay, una nación que tiene todos los recursos suficientes como para volver
a las antiguas bien andanzas.
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