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jueves, 29 de septiembre de 2016

Paraguay, ¡cómo nos dueles!

              Paraguay, ¡cómo nos dueles!

               Por Rodolfo Sosa. @rodplant14

    El pueblo paraguayo está doblegado, se retuerce en el suelo por haber recibido un golpe en la zona baja, lagrimea por semejante acto de alevosía y corrupción por parte de sus representantes en el Parlamento. La Cámara de Diputados ha aprobado una ampliación que hará posible el generoso pago de tres aguinaldos para sus funcionarios.

   Este sector de trabajadores venía manifestándose con el objetivo obtener más gratificaciones de las que ya tienen (y que ni siquiera merecen), argumentando que trabajan con eficiencia y que no exigen  ni más ni menos sino lo justo como para igualarse a las demás instituciones públicas, haciendo referencia al Ministerio de Hacienda, Obras Públicas y otros más, que reciben hasta dos aguinaldos extras aparte del de diciembre.

    La rapidez con la que los diputados han aprobado la ampliación realmente es un indicio de que no trabajan influenciados por la realidad y el sentir de un pueblo golpeado por los puños de la corrupción en todos sus derechos indispensables como la salud, que cada día es más semejante a los puestos de salud voluntarios que se ven en los países más pobres de África. La educación, que gracias a la precaria cifra destinada lo único que los estudiantes reciben son tejas que caen del techo, fruto de la inexistente (o malversada) inversión en infraestructura. Y  ni hablar de la calidad de la educación y capacitación para los docentes.

    Esa rapidez para tomar la decisión de despilfarrar dinero público no es proporcional a la capacidad que tienen para rendir cuentas y dar explicaciones argumentadas del por qué de la generosa ampliación, siendo que hay incendios institucionales que deberían ser prioridad en cuanto a inversión en una democracia mínimamente seria.

    Para encender la mecha de la indignación popular, llegan los comentarios ridículos e improvisados del ministro de Hacienda, Santiago Peña, quien alega que “no se debería quitar las gratificaciones porque los funcionarios podrían migrar al sector privado”, dando la pauta del poco o nulo interés de transparentar e incluso reglamentar las políticas de “agasajos al personal” que tienen estos encargados de las instituciones más importantes del Estado. Peña parece no comprender que para los funcionarios públicos la idea de ir al sector privado constituye una pesadilla digna de novelas de terror de Stephen King, puesto que deben enfrentarse a los “monstruos” de la puntualidad, eficiencia y al más temible de todos, el monstruo bicéfalo de la asistencia y el sueldo mínimo.
Y ahora, que ya obtuvieron lo que desearon, ahora que ya una vez más asestaron un golpe a la ingle de Juan Pueblo, los funcionarios suben una foto en donde eufóricos y soberbios levantan los dedos y hacen cánticos ante una nueva victoria de la corrupción. Corrupción que les llena los bolsillos vaciando a los de Juan Pueblo… Pero qué les importa si tienen los bolsillos llenos, porque bolsillito lleno corazón contento, y patriotismo muerto.

    Duele este Paraguay generoso, cuyos políticos no hesitan para jugar a su favor con el dinero público, pero sí vacilan a la hora de aprobar casos como el nombramiento del nuevo Defensor del Pueblo o la designación de un nuevo contralor.

    Cómo duele el Paraguay, que teniendo una historia tan rica y apasionante hoy no puede garantizar la transparencia en el gobierno, no tiene síntomas de mejora y no hay rastros de la democracia participativa que reza nuestra constitución.

    Dueles Paraguay, dueles por tanta desidia, tanto olvido, tanta sinvergüencía. Dueles porque muchos soñamos con una vida digna en ti, con desenvolvernos íntegramente, con justicia y libertad. Pero lamentablemente no trabajamos en el Congreso, donde todo es color de rosa y se aprueban hasta los caprichos de cualquier estilo.

viernes, 23 de septiembre de 2016

LOS COLORES DE MI BANDERA



Por Rodolfo Sosa. @rodplant14

El día 15 de agosto de 1812, la Junta Superior Gubernativa (1811-1813) presidida por Tte. Coronel Fulgencio Yegros  y los vocales Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, don Fernando de la Mora, el Capitán Pedro Juan Caballero y el presbítero Francisco Xavier Bogarín, habían convenido la constitución estética de la bandera que ha de representar a la República Independiente del Paraguay, una bandera que en la que se vean reflejados todos los derechos que son propios de un país libre y soberano. 
De esta manera decidieron que la bandera posea tres colores: el primero será el rojo haciendo alusión a la justicia, que es para todos los paraguayos sin excepción y garante de la igualdad. El segundo será el blanco, simbolizando a la Paz; aquella que nos permitirá desenvolvernos y trabajar en conjunto para el desarrollo de la patria. Y por último el azul, en representación de la libertad, aquel derecho que es inherente a la vida humana, que no se negocia, que no se renuncia, esa libertad que nos permite expresarnos y ser parte decisiva de la vida de nuestra República.
Consagrada en esos pensamientos liberales se confeccionó la bandera nacional, que fue ratificada por el Segundo Consulado (1841-1844), compuesto por Don Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso. Desde el 25 de noviembre de 1842 flamea en el firmamento la bandera tricolor que usamos hasta nuestros días, porque la Justicia, la Paz y la Libertad debían estar siempre presentes para ser el norte de cada gobierno en la República del Paraguay.
La idea de la bandera para nuestros próceres y héroes nacionales fue que sirva como un espejo que refleje la realidad de nuestro país, que en el extranjero se vea que en el Paraguay esos derechos se cumplen y se respetan y que son parte del día a día de los ciudadanos paraguayos. Sobre todo para que la Independencia Nacional sea reconocida y respetada más allá de las fronteras.
En nuestra época, nos toca mirar alrededor nuestro y reflexionar cómo es la realidad de este país representado por aquella bella y solemne tricolor.
En términos de Justicia, la que hoy aparentemente es manipulable, negociable y parcial no puede ser del color rojo que está en nuestra bandera. Los casos de impunidad  constituyen el combustible del motor corrupto que se instaló en el país. Casos de políticos corruptos que ocupan cargos decisivos de la Nación y que incluso con pruebas que argumentan sus crímenes y fechorías de alguna manera gambetean a nuestras leyes constitucionales para no pagar la condena que les corresponde y así continuar, como si nada hubiera pasado, robando al pueblo paraguayo. Casos como el de la niña Vivian Paredes Zanotti, fallecida en un dudoso procedimiento de la Senad, que hasta hoy le cuesta a la fiscalía determinar qué arma fue la que acabó con su inocente vida. O el caso de Curuguaty, que nunca quedó claro el procedimiento para que la justicia determine la condena de todos los enjuiciados. Definitivamente la “justicia” actual no es la que el rojo de nuestra bandera representa.
En cuanto a la Paz… es imposible sugerir que el Paraguay vive en paz, ante constantes ataques del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) quienes despiadadamente asesinan a gente inocente. Las confrontaciones entre carteles de narcotraficantes en las zonas fronterizas nos hacen ver un terreno de guerra hostil y abandonado por el gobierno, un gobierno que no toma medidas para salvaguardar la integridad de las víctimas inocentes de este fuego cruzado. También está la ciudadanía que es azotada por la gran ola de delincuencia, que no refleja la paz sino a los criminales en guerra contra una población trabajadora y sufrida. El blanco de nuestra bandera tampoco hace alusión a la “paz”de nuestra sociedad actual.
En cuanto a la libertad, tampoco podemos decir que tiene un alcance general en nuestro país, dado que personas como Edelio Morínigo, Abraham Fehr y Franz Wiebe se encuentran secuestrados por el grupo criminal EPP y el Estado no está mostrando ningún resultado alentador en su empresa de liberarlos de su cautiverio. También la libertad de expresión está siendo atacada con las censuras y los despidos a periodistas en los medios de comunicación por realizar críticas al gobierno de turno, lo cual representa un golpe bajo a la democracia. Alcibíades González Delvalle en una columna expresó de manera magistral que “las veces que se despide a un periodista por sus opiniones, la libertad se encoje. No hagamos que se encoja tanto que, al final, la perdamos totalmente”. El azul, lamentablemente, tampoco es reflejo de la libertad en nuestro país.
Nuestra bandera tricolor, por culpa de los gobiernos corruptos e inoperantes, ha dejado de ser el espejo que muestra al mundo la realidad de nuestro país, ahora es simplemente el recuerdo de los gobiernos patrióticos y comprometidos que antecedieron a la Guerra de la Triple Alianza y a algunas excepciones del periodo de la posguerra.
Imagino otro aspecto distinto para la bandera que ha de ser el reflejo de nuestro actual país, muy lejos de la tricolor que con tanto patriotismo idealizaron los próceres. Me imagino una bandera totalmente negra, que refleja la falta de transparencia que produce la corrupción, que representa la injusticia, la impunidad, que hace alusión a la ausencia de libertad para los paraguayos, pero por sobre todo que expresa el luto que siente el Paraguay por las últimas muertes de militares en manos del EPP, y de aquella que duele aún más, el deceso de la pequeña Vivian Paredes Zanotti.
La bandera negra del Paraguay es en este instante la que flamea en el Pabellón Nacional. Y con gobiernos como el actual y los anteriores, amenaza con continuar transmitiendo esa oscuridad con la que los vicios políticos y la falta de educación cívica de la sociedad la han teñido. Deseo volver a ver esos tres colores representando a la República del Paraguay, una nación que tiene todos los recursos suficientes como para volver a las antiguas bien andanzas.